viernes, 4 de abril de 2014




veinte y cinco años ya de un no perdón continuo, 
de buscar hogar donde no me corresponde, 
donde nunca he vivido, 
de acaparar la atención de una fauna y flora 
en constante remordimiento 
por haber pisado sus caminos,
tierra aparentemente fuerte
por un más que convincente autorrespeto,
de un absurdo saber estar 
en un complicado hacer todas las tardes, 
pero sólo una mala pasada recuerdo,
sin un posible olvido,
haber conocido a otras mujeres
mientras la primera mujer a la que amé
descansa en algún rincón de mi pecho,
oblicuando mi corazón
respecto a las líneas generales,
líneas de las que todas se acuerdan,
y en las que todas yacen.