diez y ocho de octubre. Última noche de verano.
Contra todo sentimiento de culpa, una melodiosa lluvia
derrama su más despreocupada poesía sobre los tejados.
Me miras de soslayo -¿temes retomar tu camino?-
como la tarde en que nos conocimos y no merecíamos
ni la dignidad poética ni la tierna estampa de su fidelidad.