sábado, 21 de febrero de 2015




I
Olvidarte, como se olvida el cariño
en tierra olvidada cuando llueve,
irme sin decir adiós. 
Porque no es tan trágico lo trágico,
porque no estábamos tan solos.

Pero buscar un acantilado
desde donde lanzar mi cuerpo firme
y decidido,
donde cuidar para siempre
al melancólico mar de tus dolores.

II
Vendrá la primavera
con sus pájaros cantores.
Manteniéndome en la idea
de que no pueden ser amigos
quienes vienen del amor,
si yo no estoy contigo,
aunque te siga queriendo,
me habré ido sin decir adiós.

III
Dejadme entonces a solas
con mi pena,
que no es ni será tan grande,
y decidle,
si todavía tengo quien me quiera,
que nunca me gustaron las despedidas,
ni el querer como costumbre.




(Girasoles en estación de servicio. Ediciones en huida. 2015)



la casa en su soledad dolorosa
independientemente de cuántos quieran
acompañarme en el tránsito hacia la búsqueda
de la alegría, que es siempre mentira,
que es siempre inútil arma de defensa, 
falsa esperanza para el madrugador de ojos llorosos.
La casa limpia, despierta desde bien temprano,
donde escribo este poema diciendo
que la vida es una nueva herida
y mi corazón extraño.