sábado, 14 de febrero de 2015




sin más intención que descansar
mi cuerpo cansado de quererte, más cansado
de dejarte sola, sonrío al pensar un puente
donde estoy pensando que tal vez ya no le querías.
Ensimismado en un viejo sentimiento de ternura
cuando lo pronunciaba tu boca, en esta noche lluviosa,
de llanto inadvertido cuando todo es a lo lejos,
sé que quiero volver, y que podrás perdonarme
como yo no sabré nunca perdonarme.



estaba contigo, amiga mía, no te dolió el cuchillo en la espalda del poeta. Me gusta pensar que entre la carne y la uña traías este poema la tarde que él descubrió que a otro hombre querías. Recuerdo qué disparate era entonces que le quisieras.

Como yo estaba contigo, pude ver lo que tú veías, hasta que luego fingías estar dormida u ocupabas la mirada con otras tareas menos caprichosas, y entonces yo podía ver cosas con las que en otras circunstancias tú te hubieras emocionado.

Te gustará saber, que mientras hasta el nombre de su pueblo debilitaba sus carnes, se desvanecía su esperanza, y a la velocidad de una lágrima su rostro perdía todos sus gestos elementales, ese muchacho un día fue feliz, sabiendo que otro hombre sabía sostener en sus manos tu alegría.



convoco a los amantes
que vienen al mundo con una venda en los ojos.
Los traigo, teoría del triángulo altivo,
que es frustración y enseñanza obligatoria,
es aquello que aprendí 
de que sólo los pechos ocupados
son conquistados por otras mujeres.
Convoco al alma de las cosas
materialmente desamparadas de amor
y gozo, y preparo mis ojos caprichosos
para el ridículo espectáculo
de tener a quien querer
y, por demasía, o por no saber
adelantarme al tiempo, estar solo.



yo quiero estar en los ojos de los niños
cuando tú te vayas. Ser rocío frío, gota helada.
Decir lluvia y no llegar nunca
a comprender el porqué del agua cuando falta.
Lágrima primera, llorosa infancia, inocente 
no saber porqué tanta infinita soledad del hombre.
Distanciarme, salir de mí, consagrar a tientas el camino
y volver con todas las historias incompletas.
Cuando tú te vayas quiero saber mi cobardía, que huí
antes que tú, y que hay una fuerza
pertinaz y amorosa que me devuelve siempre a ti.
Cuando tú te vayas, que esto yo no lo supere ni llorando.