martes, 1 de julio de 2014




tú, que una
tarde cualquiera
apareciste en la puerta de mi casa
cuando yo más solo estaba,
que, sigilosa, has traspasado
los límites incontenibles
de un corazón oblicuo
desde siempre.
Tú, que sabes
mirarme sin que te vea
y antes de hablar en vano
te marchas, que sabes
porque has visto desde cerca
que el amor, lo que pudiera darnos,
al conocerlo, ya nos lo tenía guardado.
Dama astuta que anticipa la paciencia
y le da forma a la espera,
inmaculada cuando habla
y pecaminosa cuando se calla.
Tú, hermosa, que amas
por encima de la inocencia,
al otro lado de la culpa, altiva…
Quiero ser la mitad
de la cicatriz de tu vientre.