miércoles, 3 de agosto de 2016




algo en mí vive llorando 
las espaldas, la soledad de los pasillos 
concurridos, la niñez estúpida que 
no aprende sino cuando todos 
han recogido el fruto, adolescencia 
de rodillas, la persiana que se estropea
y no baja, el golpe de tos
y el pañuelo para los mocos que no pido
por vergüenza. Algo de aquellos años
perdura en mí: lo doliente, lo aranero,
los dieciséis cuchillos de plata
del no olvido, el primero en entrar
a clase tras el toque de sirena.