algo en mí vive llorando
las espaldas, la soledad de los pasillos
concurridos, la niñez estúpida que
no aprende sino cuando todos
han recogido el fruto, adolescencia
de rodillas, la persiana que se estropea
y no baja, el golpe de tos
y el pañuelo para los mocos que no pido
por vergüenza. Algo de aquellos años
perdura en mí: lo doliente, lo aranero,
los dieciséis cuchillos de plata
del no olvido, el primero en entrar
a clase tras el toque de sirena.