me conviene callar, estar herido.
Hace tiempo que no temo
obtener lo que merezco.
Deja que me esconda
en un silencio apetitoso,
en un intenso y siempre
intempestivo sabor a soledad
como manera de escape,
como absurda arma de defensa
y mírame, abrígame otra vez,
con las muñecas extendidas
mírame otra vez, la última vez,
y ve cómo presumo que te quiero.