jueves, 26 de octubre de 2017
los primeros días
después de aquello que me adoleciera
el sueño se antojaba rápido, y casi siempre
me era interrumpido por cualquier
pequeño cambio de dirección
en los inestables vientos de las calamidades.
Yo ya no encontraba esas pequeñas alegrías
en el vivir porque había quedado
blando como la raíz, y por entonces la humedad
de los huesos me había llegado ya
a la parte con que se honra el cuidado
de familia y amigos. Detenerme cada despertar
y dedicar el tiempo a hacer memoria
-¿habría tocado hoy sueño bonito?- era un lujo
que no podía permitirme. El día de los muertos
estaba cerca y si algo me distinguía,
esforzándome en mantenerme lejos de aquellos,
era mi insaciable capacidad
para hurgar en lo que ya estaba vacío.
jueves, 19 de octubre de 2017
La altura del tejado
determinaría lo que de este bando
están dispuestos a hacer por mí,
por eso no miraba atrás en el vacío,
no soy muy dado a la compasión de los demás.
Los pies descalzos antes de subir / recuerdo
que estaban fríos y dolían. Recuerdo que los amigos
de la familia hincaban en mis carnes
sus resentimientos poderosos
y en esa sonrisa fingida encontraban la manera
de darme el ánimo del que todo suicidio es digno.
Eché un vistazo y callé -¿por simple comodidad?-
el dolor que como perros que pierden a su cría
los que son como yo llevaban en los ojos. Tenía
tanto sueño que de tanto imaginar me dolían
los miembros cansados de las mujeres que se ven
en la obligación de luchar por lo que siempre
nos ha parecido justo, pero en la familia
de las altas expectativas siempre hay un precipicio
al que asomarse y sentir el entusiasmo del salto,
antes de seguir, morir sin terminar, rendirse.
Y en esta casa soñar siempre ha sido
cosa de desocupados.
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