viernes, 11 de julio de 2014




cuando tus ojos, color de miel 
me miran, no hay olor ni tacto ni sabor a miel. 
Hay únicamente dos ojos que miran 
a mis dos ojos cansados 
de no perdonarse tantas sandeces 
en tan poca edad. Dos ojos 
a los que tú les has traído 
el deseo y la gana de no cerrarse
si no es para habitar tus sueños.
Para ser testigo directo 
de los involuntarios y tangibles pecados
junto a los que cualquier animal salvaje
podría sentarse y dedicar su tiempo
a recuperar de la memoria del sueño
desde bien temprano.
De no ceder sino para darte la espalda
cuando tú ya no quieras mirarme.
Creo que tus ojos pueden hablar
con la boca y no quieren.
En cualquier caso, unos ojos color
de miel, -y de esto presumo gozosamente-
tienen suficiente dominio
sobre todas mis partes
para hacerme agachar el alma
y cederte todo lo que en ese
instante nos rodea.