mi corazón duerme la siesta
a las puertas de tu casa y no saber dónde vives
es lo de menos. Vuelvo a ser balcón florido
con mis rejas recién pintadas y los niños saben
que ahí no se toca, sobre todo sus amigos.
Y de pronto despiertas, pero no me dices nada
y sales a caminar, oníricamente aturdida
y sola, hacia la tarde de verano.