lunes, 22 de septiembre de 2014




 


   


   no esconderé que me fue revelado
el misterio de porqué se ama; Que
vi desaparecer toda la magia y renacer
la vi a partir de todas las cosas que
tus ojos han mirado, los mismos ojos
que otra vez levantan al cielo ilusión
de mis ojos; No callaré mis labios, ya
silenciados otra vez por tus suspiros;
Mis oídos, de nuevo abatidos por
susurros usurpadores de la calma mía;
Ya no esconderé por prevención tu
nombre, si de él he resurgido y de un
apellido como el segundo apellido mío.

   Refiero en esto mi profunda necesidad 
de que todos te conozcan, acaso 
para si desde otra sangre 
puede sentirse lo que yo siento.

   

   Casi más nocturna que otra cosa, cual
infierno en fiestas, te van a conceder
el legado del mundo si lo has solicitado.
Irradias un futuro irrefutablemente
cierto: Allí tenemos un jardín, según
veo, un pequeño estanque donde sólo
tú puedes mojarte, y unas ranas.


   Ahora atiende a esto, amor, vida mía,
aguacero y fuego, inocente orgullosa
cual rocío fresco de septiembre primerizo,
aunque no te nombre: Victoriosa has
de sentirte si bien te quiere quien nos
quiere lejos, -yo te quiero en sosiego-
porque en el remotísimo caso de que
algo parecido sucediera, yo me iría como
culpable siendo ellos quienes se fueran.


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