viernes, 17 de noviembre de 2017
el tiempo es poco
y el corazón muy ancho,
me lo digo, apenas me lo susurro.
Me dejo escuchar.
El sonido del tren traído por el viento
a este lado del pueblo, junto
a unas pocas cosas que me importan
y que son fáciles de averiguar,
lo dice con otras palabras
que acaso todavía se podrían enumerar
con la paciencia del que sabe
que ya no puede llegar tarde a ninguna parte,
que todavía pueden caer cosas
desde una torre muy alta.
Todo llega a su término, no llueve
sobre estos huesos cansados,
y no es invierno todavía.
Y está la mujer, sentada junto a su hija,
dolida, desangelada, y muerta,
esperando que alguien prenda
la luz en la alcoba que salve
los pocos ojos limpios
que sobreviven en la tierra.
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