después de varios intentos
de pensar en ella sin nombrar los árboles
o el agua, el fruto del almendro
en su etapa inaugural o la luna que vive
más triste en su pueblo que en el mío,
digo ya cierro los ojos
más para hacer que no sé nada
de las cosas importantes
que para descansar este insignificante
cuerpo, siempre con la aparente calma
del fuego que los devora.