finalizada la tarea de hasta donde
la mano del hombre alcanza en el otoño:
la misericordia, que es esa voz, la voz
de una lejana primavera redentora
de la incongruencia del ciclo, siempre
pendiente y al acecho si intuye que
puede curar apenas dos de tus heridas:
Haberte yo dejado sola. Llorarme.