martes, 13 de junio de 2017




un sueño dentro de otro sueño.
Un sólo accidente. Las mismas pérdidas.
Los mismos daños, y siempre para todos
el peor de todos los despertares: la misma
mirada sucia, engendrando muerte o
futuro en vano, depositando basura en otros
ojos, sacando a pasear otros corazones
para después perderlos de vista. Igual cantamos
que nos echamos a perder, y es hermoso
mantenernos en la idea de que no pueden ser
amigos quienes vienen del amor

/ hasta que te caes y dices no, me he echado
para verte desde abajo, más nueva y limpia,
como éramos, cuando decías cosas bonitas de
mi poesía y yo te creía porque merecía la pena
creerte

/ hasta que la abuela secaba tus ojos llorosos
de inatención y falta de apetito

ella sí sabía que todo era un mal sueño, según
se interprete, y lo difícil era intentar comprender

ella sí sabía que el conductor del autobús lleno
siempre de niños inocentes se descuidaba siempre
por el gusto de crecer como víctima,

/ y qué de cosas preciosas podían suceder
en ese inolvidable instante de la merienda.