domingo, 22 de noviembre de 2015




pareciera que hablo de Amor
o de una mujer, nunca de cierto amigo suyo
cuya onírica frecuente aparición se parece muy poco
al brillo de la ausencia de Teseo aquella noche
de verano en un inmenso y cercano y negro cielo, 
cuando digo que sueño que no es una niña
y sabe lo que hace y que, como quien descubre
la inhóspita y distinguida zona de recreo
conoce mi espina y la tienta para relamerse
luego las que dice, ahora sí, son sus heridas.
Pareciera que sueño un hombre
que no me conoce y que, entre la bochornosa multitud
en cada esquina de mi cama fatal, me mira
y me reconoce como parte fundamental de su destino.