miércoles, 30 de septiembre de 2015




si, como Aristóteles asegura 
somos lo que hacemos repetidamente 
no soy el amor, 
no soy el placentero sueño y en vano 
te nombré dueña del hombre que te ama. 
No podré en cambio seguir siendo el animal, 
la sombra chinesca en la penumbra 
para el disfrute de la infancia.
Sí el panorama del que escapan 
tus ojos oscuros.