miércoles, 20 de agosto de 2014



forzosamente separados del día
por una estrecha hendidura
en el alma, repentinamente
hemos de entregarnos al descanso.
Ya no alzan nuestros ojos
una mirada auxiliadora,
ya no queda en ellos
posibilidad de preservar 
la luz, cerremos
todas las puertas. Ahí,
en el páramo de la cuestión,
anhelemos gustosamente
ese fulgor de luna
que, como tú, mujer, y
como el diamante en bruto,
tiene la pureza, y
traspestañas, maravillados,
antes de que
un naranja desvergonzado
imponiendo su barbarie
se anticipe al tiempo, al
sueño, a nuestros sueños,
entreguemos nuestra voluntad
a la calma y pensemos
en nuestro amor,
un amor que no por fiero
ha perdido su inocencia
y que no por fuego
habrá de convertirse
ceniza.

Reilusión





besas mis párpados cerrados.

Ahora yace muerta 
     la posible ansiedad de primavera.
Ya recupera su quietud 
   
            lo que corría riesgo de romperse.


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