así sentado
me recuerdas a los cristales de las iglesias.
Parece que la sensación de ahogo haya quedado en nada
y el color sombrío de tus mejillas es ahora un repertorio
de demostraciones claras de que se puede volver a nacer.
Así recostado contra el cabecero de la cama, como
el que sale victorioso de una guerra a la que no ha acudido
por su propio pie, eres pan para el hambre de los jóvenes
y nunca ejemplo de valentía.