se cansó de esperar algo que, por amor o no,
probablemente y casi tan segura estaba
de que no llegaría nunca, que se renombró
dueña de los cansados, reina de los cielos
en los que no cabe un incómodo
o una pierna hinchada. Bajó, pidió permiso,
se lo concedieron, y allí se quedó.
Como todo lo que gusta siempre cansa,
después de algún tiempo alguien le dijo:
No eres una silla, sino un sentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario