miércoles, 18 de diciembre de 2013





nadie hace nada tan rápido como la marcha al caminar de mis ojos cuando una mujer los mira y nada puede igualársele salvo una huida razonable del color rojo muy lejos de mi alcance. Para siempre precavido y para siempre pendiente de no volver a mirar directamente a la cara a quien no me pertenece. Para siempre eterna en mi pecho como los pequeños detalles en lugares importantes.

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