en el momento justo de tu ausencia
intuí una caída de ojos
cuando más lejos estaba
de todo lo que nunca me importó.
Desconocía su dueño y el lugar exacto
donde más dolerían.
Quería escribir
sobre esos ojitos cansados,
y a sabiendas de que nunca
podría curarlos, les di
mi propio color y mis modales.
El adiós fue inevitable.
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