sábado, 14 de febrero de 2015




estaba contigo, amiga mía, no te dolió el cuchillo en la espalda del poeta. Me gusta pensar que entre la carne y la uña traías este poema la tarde que él descubrió que a otro hombre querías. Recuerdo qué disparate era entonces que le quisieras.

Como yo estaba contigo, pude ver lo que tú veías, hasta que luego fingías estar dormida u ocupabas la mirada con otras tareas menos caprichosas, y entonces yo podía ver cosas con las que en otras circunstancias tú te hubieras emocionado.

Te gustará saber, que mientras hasta el nombre de su pueblo debilitaba sus carnes, se desvanecía su esperanza, y a la velocidad de una lágrima su rostro perdía todos sus gestos elementales, ese muchacho un día fue feliz, sabiendo que otro hombre sabía sostener en sus manos tu alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario