jueves, 15 de septiembre de 2016




qué esperanza guardará el sol
entre la hiedra verde de la alambrada,
alguien dirá que somos los mismos,
pero con las apuradas horas 
los últimos días del verano 
aparecen las lluvias, como el hombre
que vuelve adonde fue feliz,
como el niño a recoger su pelota,
y una tarde golpea fuerte la uralita,
se deleita con nuestro sentir el dolor,
no deja que nos escuchemos,
pero no calla el desliz, no acurruca
en el rincón lo no dicho arrepentido,
lo bochornoso de un cuerpo
junto a otro cuerpo,
desnudos, que se imaginan, tan
lejanos que en cinco meses apenas
una sola vez se han visto, aquella vez
con ropa, inaugurando la vida,
como este rápido adiós de las nubes
que duran mientras dura el poema.





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