domingo, 16 de octubre de 2016




5

no vi caer el laurel
tras la muerte de mi abuelo,
yo ya no estaba, el corral grande de antaño,
su silencio ecófilo y el placer de dormir ahí,
en ese vacío, de ser sombra y esconderme
a escuchar la memoria y la honra
del descubrimiento, te conocí meses después.
Mil veces voy a decir tu nombre Amor
que mi abuelo quiso que dijera, sin conocerte,
no te tocó, no comiste sus caramelos,
como yo él también miró y no quiso
saber quién era el responsable de todos esos
platos rotos, peligrosamente desparramados,
junto al niño de veinte y siete años
que, tendido en el suelo de la cocina, confiesa
a su abuelo muerto lo pobre y miserable
que puede sentirse un hombre cuando
no sabe hacer feliz a la mujer que ama.




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