fue una noche de azahar y nacimientos
y afuera llovía y tronaba. Tú tenías que volver
a tu pueblo y el más claro ejemplo de victoria,
-cuanta victoria cabe en un cuerpo que aprende
a perdonarse sus propias cosas- ya en casa,
es que afuera sigue lloviendo y el agua golpea
violentamente la uralita.
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