miércoles, 16 de mayo de 2018




Aquello no era Chernóbyl pero casi.
El viento hundía tu cabeza violentamente
contra mis hombros / a punto de dar
la hora incorrecta en la estación vacía
—Todavía se puede escuchar el sonido
de los últimos trenes, —pensaba—
y nos permitía separarnos por que no
confundiéramos con una lágrima el agua
que de su misma perversidad emanaba.
—Subirás a ese tren, muñeco de trapo amante
de sinsentidos, recordarás que me has amado,
disfrutarás esos paisajes y escribirás el poema.
Algo desorientado y torpe en el andar me di la vuelta.
No te habías movido de tu sitio, qué viento
podría arrebatarte tu apropiada ocasión de florecer.
Y luego el diálogo de después y el frío, mucho frío.
Las montañas altas y sus cotas cubiertas por finas
neblinas que morían siendo dos en el paisaje
sin ningún rencor por la mentira.




No hay comentarios:

Publicar un comentario