absorto
en el recuerdo más atroz,
imperdonable, paso largo rato
observándote, creyendo en ti
como en una hermana
a la que has visto llorar
cuando eras el niño más tonto,
y entiéndase que esto es real
y que no puedo perdonármelo.
Luego me siento
en cualquier otra noche
y tú tienes los únicos ojos blancos.
Capaz de devolver el orden
cuando más bravos se muestran
mis enemigos mentales, te
miro, y me siento parte
de todos los que salen ilesos.
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