lunes, 30 de marzo de 2015




el séptimo día lo pasó llorando.
Habría descuidado el imprescindible hábito
de la valentía, e hizo cobardes a sus semejantes.

Ante una visión general de lo que él mismo creara 
lloró todos los hilos rojos y todas las leyendas,
y descubrió así que nada sería para siempre.

Dio a la mujer rojos y valientes labios sentencieros,
y olvidó el hombre el llanto frente a la -falso
consuelo- prometida compañía y abrazos verdaderos.

Quiso música, y lloró una canción de mar, arboles en flor.
Quiso poesía, y nos dio los poemas imperfectos.

Dijo eternidad y todavía le estamos buscando.

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