aquella es la flor que luces en el pelo
los días de fiesta, que atravesando cuerpos y paredes
blancas aceptamos compartirla, que ya sólo en forma de recuerdo
se parece mucho a la relajación
y que, en un domingo cuyo cielo tormentoso para nada podemos comparar
con la manera que tienes de dejar sola a la gente que te quiere
yo, miserable, obligatoriamente sabedor de que la vida
son ciclos, al otro lado de la Plaza Mayor, puedo olerla.
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