el doloroso placer de estar solo
frente a la remota posibilidad
de volver a ver
a las personas que alguna vez
dijeron que venían
para quedarse.
Tan profundamente arduo
a la altura de los mortales
como reconocer tuya
la condena de no poder
escapar de las feroces
garras del insondable,
del inexplicable llanto
un sólo día.
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